La casa ( Emma Barrandéguy)

Violentos catalanes
hacedores de pan o campesinos,
sentábanse a la mesa.
Presidía el abuelo.
Un leve gesto,
una risa a escondidas,
un cubierto que cae,
un visto bueno al dictador de turno,
desataban la furiosa tormenta.
Allí todo se discutía,
allí todo era
borrasca consentida,
sintonía de voces sin descanso.
La madre, a veces, lograba la calma
con una fuente
de manzanas rellenas de carne,
o con un postre dominguero
de batatas al horno.
El té era otra
ceremonia brillante
con tostadas y dulces.
Las niñas del monopatín
llegaban con sus maridos,
con sus hijos,
amos recientes del patio
con sus pelotas y sus autos.
Un extranjero taciturno
y la que asume los recuerdos,
compartían las charlas.
Ahí los bandos enfrentados
de derecha y de izquierda
de creyentes y ateos
removían banderas ya marchitas
y el abuelo anarquista sonreía
mientas un buen cigarro
daba fin al convite.

Sabía versos el abuelo,
versos con moraleja
traídos de Figueras con la infancia
y la abuela silenciosa
de las manzanas
lo sosegaba poniéndole su mano
en la manga:
Emilio, basta ya,
ha sido bastante por hoy,
tengamos paz.
Era difícil la paz, doña Cecilia,
con cuatro niñas que se hicieron grandes,
(el hijo estaba lejos, ya sabemos)
con nueve nietos que trajeron novias,
con hojas secas
y endiablados vientos
y un toldo que no andaba
y la coquetería
que pusiste en las manos de todas
como un sueño inconcluso
y siempre renovado.
Mamivieja viene con nosotros
decían los niños
cuando estabas dispuesta desde siempre
al paseo o al viaje.
Sólo el último te tomó por sorpresa
e infinitas labores
quedaron arrugadas en tu cómoda.

7/4/83

de "Camino hecho" (1991)

Quehacer de amor

 Ese bar familiar con su apariencia
de un Buenos Aires que se va muriendo
nos reunió como a tantos por las noches
con malhumor de esperas y aspirinas
o la mano en la mano y la sonrisa.

Y charlamos de teatro y de amistades
y en un diario prestado recorrimos
los programas de cine más baratos,
contando tus billetes y los míos
después del té y la soda consumidos.

Y si el dinero bien nos alcanzaba,
la "parrillada mixta para uno"
era el festín que más te complacía
en ese bodegón de artistas raros
y maduras parejas sosegadas.

En junio o con mesitas en la calle
y por las lloviznas, luces y ruletas
donde la suerte se mostraba avara,
a este cariño nuestro al descampado
Corrientes y Uruguay lo congregaba.

Noche y calle nos vieron recorrerlas
con la fresca alegría del encuentro
y el cansancio, los libros o las charlas.
Y así del brazo alzamos nuestras voces
por no tener donde decirnos nada

Abril 6/65

Emma Barrandéguy (1914 -2006) se trasladó de su ciudad natal, Gualeguay (Entre Ríos) a Buenos Aires en la década del 30, ya recibida de maestra normal y con un título de bachiller obtenido en Gualeguaychú. Pronto pasó a ser secretaria privada de Salvadora Onrubia de Botana, con lo que accedió al movido círculo en torno al diario Crítica. La vasta obra de Barrandeguy se compone de: Las puertas (Poesía) y El andamio (Relato), 1964; Amor saca amor (Teatro), 1970; No digo que mi país es poderoso (Ensayo), 1982; Los pobladores (Relato), 1983; Crónica de medio siglo (Crónica novelada), 1984; Refracciones (Poesía), 1986; Camino hecho (Poesía), 1991; Salvadora, una mujer de “Crítica” (Biografía), 1997; Habitaciones (Prosa novela), escrita a fines de la década del ’50 y publicada en 2002; Mastronardi-Gombrowicz. Una amistad singular (Ensayo), 2004.

en Barrandéguy, Emma. Poesías completas. Córdoba : Del Copista, 2009.

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