Si la casa es limpia y pura, ferozmente incorruptible, Dios está siempre en la puerta, del Padre y del Hijo Pródigo. El nunca debería ser consciente del orden de cada plato, aunque estén resplandecientes y el suelo inmaculado. Si a veces las cosas se rebelan, el agua es voluble, la pared se humedece, la copa se astilla o el perno chirría (amor ¿dónde está tu Hijo Pródigo?). La casa aún espera y se alegra; cada taza de té es bienvenida, cada copa aspira a Dios incluso si él nunca viene. Y si El existe en todo, en el Padre y en el Hijo Pródigo, a El se le espera por estas cosas ¡y que cada plato cante hosanna! en Anhelo de raíces, Gallo nero, 2020. traducción Mercedes Fernández Cuesta