¿Qué se me ha perdido aquí, qué vengo a buscar, qué tengo yo que hacer aquí, otra vez aquí, aquí donde cubierta por lo removido se ve la huella del desgarro, esos pedazos de árbol que estrangulan la imagen de su propia fronda? La honda descomposición de lo que miro anuda en mí, que pongo migas de pan para los pájaros y endulzo el agua que bebe el colibrí, como si repitiera una canción, como si devolviera a la casa que me hospeda la felicidad de estar perdida en lo que escribo. Por cada acto dos poemas futuros: alcanzar una taza de té, prender un fuego que no sea el de la escena, servir un plato y colgar visillos en algún cristal, para que velen, para que esfumen las raíces a la vista, tal es la ofrenda por la palabra que consigo cavar. Cada felicidad me lleva a interrumpirla, oh goce: y como los frutos silvestres que mejoran sufriendo con la helada, el desconsuelo de estar aquí se me convierte en el placer de estar a punto, ya madura en lo perdido, y de saber, tener habido eso que en mí vine a encontrar. Liliana Lukin en Teatro de operaciones, En Danza, 2007.