Sin embargo supe desde siempre que ella vendría alguna vez y fui preparándole su lugar en la casa. Bordándole las sábanas dejando en la alacena un estante para su taza de té y su vaso de vino.
Estábamos predestinadas.
Oye, me dice, aquel hombre aquella mujer hablan de algo que los une o los separa. Hablan de la libertad. Y sólo nosotras, en este rincón, azuzadas por el crepúsculo esfumadas por el silencio somos libres.
III
Vuelvo temprano. Ella me aguarda leyendo el destino en las hojas de té bordando paneles con pájaros rosados. A veces calla y espera que sea yo quien hable de las últimas lluvias de la revolución que avanza. A veces habla. Como una bruja me dice qué hice en el día en la noche y por qué lo hice. A veces callamos las dos descorremos las cortinas y miramos en el horizonte no sé si el pasado o el futuro.
en "Libro de la soledad"
Raúl Dorra
Quiero sentir vuestras manos, las que se crispaban ante la puerta altísima. No había más que muros y las grietas y a veces los relámpagos que rayaban el cielo a vuestras espaldas.
Estoy cansada. Quisiera dormitar un instante a vuestro lado entre sábanas bordadas que jamás gozamos. Susúrrame al oído en tu lengua ancestral, Amalia cuéntame un cuento de nuestra gente lombarda, Haroldo canta, Oscar, como sólo tú me cantaras Paloma bate en mis sienes tus alas Graciela, háblame de tu amor ultimado a balazos del hijo que robaron prepara un té de cedrón, Angelina, o de esas hierbas de luz que les cuelgan de las vértebras el cráneo los brazos.
Prometo en diez minutos levantarme de un salto volver a andar las calles denunciando el indulto no permitiendo el olvido. Proseguir con mi canto.
en "Ni olvido ni perdón"
El secreto
El secreto revelado crece en hongos venenosos. Alguien lo echa en el té el vino la mermelada. Las cucharas arrastran el veneno el cuchillo lo divide lo esparce y el secreto fructifica en una serpiente apocalíptica que penetra en las alcobas en el lecho. Que preside la mesa.
El secreto desnudo rondando por mesas de café por los cables del teléfono por trenes que lo llevan a conquistar nuevos territorios agoniza muere y de sus cenizas nace un cuchillo para atravesar el corazón.
en "El ángel aherrojado"
IV
Fue una predestinación el mirarse a los ojos solsticios tras solsticios y escuchar, escuchar mientras las hojas de té se adherían al fondo de la taza y vaticinaban el destino. Destino de barcos perdidos en la marejada, de abuelas bordando corazones entrelazados en las sábanas. De adormideras. De desencuentros.
Le pediste el lugar más hospitalario del infierno. Aghone no sabe del infierno ni de los cielo, sólo su isla -perdida en el noveno mar, el mar violeta con reflejos verdes de algas y sirenas. Y hasta allí nadie podrá seguirlo- sólo el misterio de su ardiente pasión por lo que no fue, no es. Nunca será.
en "Huésped en el laberinto"
de Baldovin, Glauce. Mi signo es de fuego : poesía completa. Córdoba : Caballo negro editora, 2018.