Nostalgia del té (Yi Kyeung-hi )


La degustación, al amanecer, de mi primer té, constituye para mi un momento privilegiado entre todos. Incluso cuando padezco insomnio, una taza de buen té me resucita y me calma sin traicionarme jamás. Hay que oler mucho tiempo su aroma para que se disipen totalmente las brumas de la noche. Y luego, desde mi ventana, gozo de un espectáculo suntuoso cada día que comienza: el nacimiento de la luz, que coincide con el vuelo de mi pequeño yo, perdido en el misterio del cosmos, y que intenta encontrar de nuevo un país lejano.
Los rayos de sol atraviesan las persianas tejidas con hojas de té y el salón ya está perfumado de Pekoe. Está prohibido que los niños toquen el centenario armario de botica de madera, con sus innumerables cajones; se correría el peligro de que mezclaran los tés de diferentes orígenes. Una mano larga escoge un cajón con lentitud y elegancia. Saca de él algunos piñones y dátiles secos (los niños aprecian los caprichos, en su taza)…Y para el padre algunas flores de ciruelo…Desde hace veinte años, cada día del año, él prepara una taza. ¡Que está llena de vida, de eterno presente! Su aroma es tan fuerte que su hija ausente podrá olerlo más allá del océano.
Yi Kyeung-hi

en «El Libro del amante del té» / Sabine Yi, Jacques Jumeau-Lafond, Michel Walsh. Barcelona : José Olañeta editor, 1986.

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