Sestina (Elizabeth Bishop)

Una lluvia de septiembre cae sobre la casa.
En esmirriada luz, la vieja abuela
sentada en la cocina con la niña
junto a una pequeña maravilla de estufa,
lee los chistes del almanaque,
riendo y hablando para ocultar sus lágrimas.

Piensa que el equinoccio de sus lágrimas
y la lluvia que golpea el techo de la casa
fueron ambos predichos por el almanaque,
para conocimiento sólo de una abuela.
Canta la pava de metal sobre la estufa.
Ella corta más pan, dice a la niña,

es la hora del té ahora; pero la niña
en la pava ve cómo unas duras lágrimas
alocadas bailan sobre la negra estufa,
igual que ha de bailar la lluvia sobre la casa.
Al poner orden, la vieja abuela
cuelga el astuto almanaque

de su cuerda. Como un pájaro, el almanaque
planea sobre la niña,
planea sobre la vieja abuela
y su taza repleta de oscuras lágrimas.
Ella tiembla y dice que está la casa
fría y agrega leña a la estufa.

Debía ocurrir, dice la estufa.
Sé lo que sé, dice el almanaque.
Con lápices traza la niña una casa
y un corredor tortuoso. Luego la niña
hace un hombre con botones como lágrimas
y orgullosa se lo muestra a la abuela.

Pero en secreto, mientras la abuela
se atarea alrededor de la estufa,
pequeñas lunas caen como lágrimas
desde las páginas del almanaque
a los canteros de flores que la niña
puso con cuidado ante la casa.

Tiempo de sembrar lágrimas, dice el almanaque.
Canta la abuela a la maravillosa estufa
y la niña dibuja, inescrutable, otra casa.

trad. María Negroni
de Questions of Travel, 1965 compilado en La pasión del exilio, bajo la luna, 2007.

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