Entrada del diario: Antes del amanecer aterrizamos en Ilha do Sal. En la sala de espera del aeropuerto bajo un sol fluorescente florecen sillas naranja socialista como filas de hibiscos. Ilha do Sal. Allí es donde por tres dólares te dan una taza de té de hierbas como la que recibirías en el hogar de una persona humilde en Jamaica. También compras un perfume vendido con el slogan "La vida se vive mejor sin un plan". Lo has visto hundirse cada vez que se alzan las olas. Gritas desde la orilla, recordándole que eres su salvavidas, su remendera, su cuidadora de brazos de gasa. Pero él se sumerge más profundo. Qué hacer. Vaya vida. Abordas el camión camino al altiplano donde las hienas se ríen de los humanos y el arbusto reverdece en invierno. Tú también aullarás a la luna sobre África. Podrías haber volteado ese tanque y seguido a través de las tierras de los leones, pero estás muy vieja para esas locuras. Además sólo puedes dormir si el buzo está junto a ti. Puedes yacer quieta en camas presbiteranas tan estrechas como la angosta vía del cielo. Encajas tu lengua y haces surcos, esquinas de armarios encajados. Esa es tu manera. No envíes más mensajes. El último decía "aquí hay lugar para ustedes". Es una trampa. No hay lugar para nosotros ni en tierra de corderos ni de leones. En Ilha do Sal compras té de hierbas y te vas. Vive tu vida perfumada y sin plan. Vuelve, pregunta al buzo de las profundidades ¿cómo andan las cosas en el océano? trad. Adalber Salas Hernández en Oraciones para el viaje, Llantén, 2019.