No sabemos, Alicia, de qué país se trata cuando tomamos el té. La tetera es ventruda y sopla un viento demasiado satisfecho sobre el jardín. Tanto golpea el sol contra la azucarera que las plantas desdibujan su alrededor. Se hace urgente correr hacia la hamaca (aunque nuestra torpeza haga estrellar la taza contra el mantel y desaforar los ojos de los anfitriones), para subir al sol sin regreso, un país, Alicia, desde donde todo verdor es distinguible y donde la muerte está por sucedernos, cada minuto sombra de columpio. en Rojo junio y otros poemas, Ruinas Circulares, 2011.