La ceremonia del té ( Aída Delgado / Revista Claudia 1964)

En el Japón la costumbre de tomar té es toda una ceremonia y un culto a la belleza. Basta para subrayar su importancia el saber que al hombre insensible a la belleza se lo señala con la frase «le falta té». Para los japoneses ese rito significa también ética, religión, higiene y nivelación de clases.

Una simple choza de paja, una casa campesina, pueden ser la «sala de té» o «Sukiya». «Sukiya» quiere decir «casa de la fantasía», porque puede recibir su impulso poético; «casa de lo vacío», porque no tiene decoración fija; y «casa de lo asimétrico», porque en ella siempre se deja algo inacabado para que lo complete la imaginación estética de los presentes.

La sala de té es, en general, una construcción separada de la casa principal, cuya sencillez aparente oculta un extremado refinamiento. La puertecita de entrada, muy baja, obliga a uno a encorvarse para entrar e inculca humidad y nivelación humana. En un lugar de la sala hay un altar, «tokonoma», que aloja una pintura – un «kakemono»- un adorno floral o un jarrón, los cuales sirven de motivo de meditación estética. Todo está absolutamente limpio y en silencio; sólo se oye el canto del agua en la marmita de hierro. El silencio y la aparente falta de ornamentos permite consagrarse exclusivamente a la apreciación del único objeto de arte existente, que se renueva cada vez.

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