Pensamientos del té (Guido Ceronetti)

Dos veces al día, cerca de las seis de la mañana y las cinco de la tarde, una taza repetida de Té verde de la China llega con su infalible virtud unitiva, confirmativa,  resucitativa, a desencallarme y preservarme de todo tipo de inercia, de entontecimiento, de abatimiento.

Mensajes clandestinos, que encuentran oído, envueltos en papel de arroz, de la Luz.

No soy un Oriental. Mis gestos rituales no vienen de los Maestros; se parecen más a un hábito carcelario, conservado con los años.

De pie, siempre, al lado de una ventana con la cortina corrida… Pero del Oriente oriental me queda la confianza en que en el salir,  en la medida justa, de uno mismo, y habitualmente, no hay nada de peligroso, y que ver, sentir y encontrar espíritus no es inquietante.

El Espíritu del Té comienza apenas descendido a operar. Leer presiones internas, acupunturas invisibles, arrebatos tempestivos del sensorio, sampán(1) de lamparitas, coloraturas repentinas de silencios, un sucederse puntual de excitaciones que van desde el ojo interno (que quizá es una oreja o una mano) lo largo de las reblandecidas vértebras, hasta el coxis resurrecturo.  Entonces en la oscuridad muchas ventanitas reviven, y las palabras se afanan menos en reencontrar su principio en espacios lejanos. Paz del masaje, raíz del sonido, bondad del restregamiento oculto. Mirar desde una pausa de la conexión aquello que está inconexo y desgarrado, es un momento sin muerte. Hacer retroceder aunque sea un poco la margen de lo finito, por muchas horas aclara.

En el combate por contrastar mentalmente lo que en el tiempo se verifica como agresión material incontrastable de la tiniebla, con láminas liberadoras que el Té ayuda a reencontrar y a descifrar, consigo no aborrecer en exceso las tinieblas, para no destruir las pocas posibilidades de penetrar el secreto. 

Sin desesperada curiosidad en continuo movimiento, la desesperación no tendría límites.

El soplo del Té se infunde en los ángulos muertos, no se asusta de interrogar estatuas embragadas. Entre las grietas de la aridez introduce alguna gota suya, a lo descolorido vuelve a dar figura. Rascando los agujeros abandonados hace salir algún sonido de rebab (2) encantado. Pensamientos no míos se vuelven míos  con suma facilidad; los míos quien quiera puede hacerlos propios, cualquiera sea su existente, sin necesidad de nombre: el pensamiento no dice ni Tuyo ni Mío.

    El hombre bebe el Té porque lo angustia el hombre.

    El Té bebe al hombre, la hierba más amarga.

De Pensieri del Tè, Adelphi, 1987. Traducción Gabriel Martino

(1) Un sampán es un barco de madera chino de fondo relativamente plano. Algunos sampanes incluyen un pequeño refugio a bordo y pueden usarse como habitación permanente en aguas continentales. Los sampanes generalmente se usan para el transporte en áreas costeras o ríos y a menudo se usan como barcos de pesca tradicionales.

(2)El rebab (del árabe الرباب, es un instrumento de cuerda que consta de una caja de resonancia pequeña, usualmente redonda, cuyo frente es cubierto con una membrana de pergamino o piel de oveja, y de un mástil largo acoplado. Posee una, dos o tres cuerdas.


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